Entre las mujeres renacentistas, pocas tuvieron una vida tan intensa y extraordinaria como Catalina de Medici (Florencia, 1519-Blois, 1589), uno de los personajes políticos más influyentes de su época. Era biznieta de Lorenzo Medici el Magnífico y sobrina del papa Clemente VII, de modo que recibió una esmeradísima educación hasta que fue casada por su tío a los 14 años con el heredero de la corona de Francia, Enrique de Orleans. Catalina poseía una de esas personalidades torrenciales que la llevaban a interesarse por todo, sin dejar de cumplir con sus deberes de reina. A lo largo de la primera década de su matrimonio tuvo puntualmente un hijo cada año, de los que sobrevivieron siete, un hecho que resulta llamativo si tenemos en cuenta que su marido el Rey prefería ocupar sus ocios en compañía de su amante, la hermosa Diana de Poitiers.
Catalina de Medici
Además, la reina florentina convirtió la corte de Francia en un pequeño paraíso. Desarrolló la gastronomía, refinó las costumbres e introdujo muchas novedades, como el llamado Ballet cómico de la Reina, un entretenimiento cortesano considerado el primer ballet de la historia.
Pero al margen de los placeres, estaba la cruda realidad. Por aquellos años, Francia era tierra de conflictos religiosos. El protestantismo había calado en tierras galas y sus seguidores, los hugonotes, venían siendo reprimidos desde tiempo atrás. Representaban una amenaza real para las estructuras de poder, consolidadas tradicionalmente a partir de bases católicas, y ante esta amenaza se habían posicionado claramente los católicos acérrimos, encabezados por la aristocrática familia de los Guisa. Cuando Enrique murió en 1559 a consecuencia de un accidente producido en un torneo, subió al trono el hijo mayor de Catalina, Francisco II. Durante el año y medio que reinó antes de morir prematuramente, los conflictos se avivaron, ya que estaba completamente entregado al bando de Guisa. Le sucedió su hermano Carlos IX, que sólo tenía diez años de edad.

Una reina con iniciativa Catalina de Medici se casó con Enrique de Orleans (al lado), heredero de la corona de Francia, a los catorce años. Además de engendrar diez príncipes, de los cuales sobrevivieron siete, a lo largo de su gobierno, primero como reina consorte y después como regente, contribuyó a desarrollar la gastronomía del país galo, refinó las costumbres de la corte e introdujo novedades como el ballet.
Llegó entonces el gran momento de Catalina, quien fue designada regente de Francia. Su posición era tremendamente difícil. Por un lado tenía que sufrir el conflicto religioso interno, y por otro debía soportar las enormes presiones exteriores que recibía de todas partes, especialmente del poderoso monarca español Felipe II, quien de ninguna manera deseaba que cruzaran la frontera las ideas protestantes. Los diez primeros años de su regencia, hasta 1570, se consumieron en una sucesión de guerras civiles en nombre de la religión. La posición de la Reina regente era la de buscar a toda costa un modo de convivencia entre ambos bandos, pero esa voluntad de tolerancia chocaba frontalmente con la intransigencia de los católicos, que culminó en la sangrienta noche de San Bartolomé, cuando, tras ser abortada una conspiración protestante, fueron sacados de sus casas y asesinados miles de hugonotes.
Catalina de Medici
Se ha debatido largamente la responsabilidad de Catalina en aquella masacre, vacilando entre hacerla responsable o mantenerla por completo al margen. Los últimos estudios parecen revelar que si bien la reina no alentó la matanza, al menos dio su aprobación para que se llevara a cabo un escarmiento entre los principales hugonotes.
Fuente: revista Muy Interesante
|