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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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El Arte de la Guerra en Roma

Estrategias de Occidente > Estrategias geniales

Escrito por Flavio Vegecio Renato en el Siglo IV, trata sobre la selección e instrucción de los reclutas y con qué ejercicios de armas han de ser instruidos, organización de los ejércitos, todas las clases de artes y estrategias que son necesarias para el combate en tierra y todo lo referente a sitiar fortalezas o defenderse del asedio. También describe los preceptos de la guerra naval.

Las tacticas que explica son siempre una herramienta necesaria hasta en el diario vivir, pues siempre estamos pensando como lograr un objetivo de la mejor forma posible.
Sus enseñanzas, avaladas por su experiencia en muchas batallas, sigue vigente hoy en día. Lo que va a leer a continuación es una selección de textos del libro El Arte de la Guerra en Roma.

Descargar el libro

LA DISCIPLINA ROMANA: LA CAUSA DE SU GRANDEZA
La victoria en la guerra no depende completamente del número o del simple valor; sólo la destreza y la disciplina la asegurarán. Hallaremos que los Romanos debieron la conquista del mundo a ninguna otra causa que el continuo entrenamiento militar, la exacta observancia de la disciplina en sus campamentos y el perseverante cultivo de las otras artes de la guerra.

Ningún Estado puede estar feliz ni seguro si es remiso y negligente con la disciplina de sus tropas. Pues no es la profusión de riquezas o el exceso de lujuria lo que pueda inducir a nuestros enemigos a juzgarnos o respetarnos. Esto sólo se conseguirá por el terror a nuestras armas. [Continúa]

NO CORTAR, SINO DAR ESTOCADAS CON LA ESPADA
Se les enseñaba, igualmente, a no cortar, sino dar estocadas con sus espadas. Un ataque con los filos, aún los hechos con mucha fuerza, raramente mata, pues las partes vitales del cuerpo están defendidas tanto por los huesos como por la armadura. Por el contrario, una estocada, con que penetre dos pulgadas, es generalmente fatal. Este fue el método de lucha usado principalmente por los romanos. [Continúa]

MANIOBRAS
NInguna parte de la instrucción es más esencial en combate que los soldados mantengan sus filas con la mayor exactitud, sin abrirlas o cerrarlas demasiado. Las tropas demasiado cerradas nunca luchan como debieran, y sólo se molestan unas a otras. Si su orden es demasiado abierto y laxo, le dan al enemigo la oportunidad de penetrar. Siempre que ocurre esto y son atacados por la retaguardia, son inevitables la confusión y el desorden general. [Continúa]

EXHORTACION SOBRE LAS VIRTUDES Y EL ARTE DE LA GUERRA
La necesidad de la disciplina no puede a menudo inculcarse, así como el requisito de la estricta atención en la selección y entrenamiento de nuevas levas. Es también cierto que es mucho menos caro para un Estado entrenar a sus súbditos en las armas que pagar extranjeros. [Continúa]

EL COMIENZO DE LA BATALLA: UN MURO DE ARMADURAS PESADAS.
La siguiente disposición merece la mayor atención. Al empezar el enfrentamiento, la primera y segunda líneas permanecían inmutables en sus puestos y los triarii en su formación habitual. Las fuerzas ligeras, compuestas como se dijo arriba, avanzaban al frente de las líneas y atacaban al enemigo. Si les podían hacer huir, les perseguían; pero si eran rechazados por el número superior o por el valor, se retiraban tras su infantería pesada, la cual parecía un muro de hierro y renovaban el ataque, lanzando primero sus armas arrojadizas y luego con las espadas. [Continúa]

MÉTODOS PARA PREVENIR MOTINES EN UN EJÉRCITO.
Un general debe estar atento para descubrir a los soldados turbulentos y sediciosos en el ejército, legiones o auxiliares, caballería o infantería. Debe procurar obtener esa inteligencia no de informadores, sino de los tribunos, sus lugartenientes y los demás oficiales de indudable veracidad. Debe entonces ser prudente para separarles de los demás [fingiendo que les encarga servicios que les agraden o enviándoles de guarnición a ciudades o castillos, pero con tal discreción que piensen que los honra o que se crean tratados con preferencia y favor. [Continúa]

DE LA ELECCION DEL MODO DE ATAQUE
Es esencial conocer el carácter del enemigo y de sus principales jefes; si son impetuosos o prudentes, emprendedores o tímidos, si luchan por principios o como mercenarios y si las naciones a las que se han enfrentado antes eran valerosas o cobardes.

Bajo ningún concepto se debe guiar un ejército irresoluto o de poco fiar a la batalla. La diferencia es grande, tanto si las tropas son novatas o veteranas, o si están habituadas a la guerra por servicios recientes como si llevan varios años sin ser empleadas. Pues a los soldados que llevan largo tiempo desacostumbrados a la guerra se les deberá mirar del mismo modo que a los reclutas. [Continúa]

CÓMO RESISTIR LOS ATAQUES ENEMIGOS
Por encima de todo, un general nunca debe intentar alterar sus formaciones o deshacer su orden de batalla durante el combate, pues tal alteración producirá desorden y confusión de inmediato y el enemigo no dejará de aprovecharse de ello. [Continúa]

LA HUÍDA DEL ENEMIGO NO DEBE SER IMPEDIDA, SINO FACILITADA
Los generales poco avezados en la guerra creen una victoria incompleta a menos que el enemigo esté tan encerrado en su terreno o tan rodeado por el número que no tenga posibilidad de escapar. Pero en tal situación, donde no queda esperanza, el propio miedo armará al enemigo y la desesperación le inspirará valor. Cuando los hombres se encuentran inevitablemente perdidos, resuelven morir con sus camaradas y con las armas en las manos. [Continúa]

MÁXIMAS GENERALES DE LA GUERRA
Es la naturaleza de la guerra que lo que os resulta beneficioso va en desventaja del enemigo y que, lo que a él sirve, a vosotros os daña. Es, pues, una máxima, no nacer nunca, u omitir hacer, algo que le sirva sino atender siempre a vuestro propio interés. Os perjudicaréis si hacéis lo mismo que él hace en su propio beneficio. Por el mismo motivo, será malo para él imitaros en lo que ejecutáis en vuestro provecho.

Los hombres han de estar suficientemente entrenados antes de llevarlos frente al enemigo.

Es mucho mejor derrotar al enemigo por hambre, sorpresa o terror que en batallas campales pues, en última instancia, la fortuna ha tenido a menudo más cuenta que el valor. Tales empeños resultan mejores cuando el enemigo los ignora completamente hasta el instante en que se ejecutan. En la guerra, se depende más a menudo de la casualidad que del valor. [Continúa]



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