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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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Las 48 leyes del poder. Ley 16 UTILICE LA AUSENCIA PARA INCREMENTAR EL RESPETO Y EL HONOR

Estrategias de Occidente > Las 48 leyes del poder. Robert Greene > Las 48 leyes del poder. Robert Greene 13-24

Demasiada oferta reduce el precio: cuanto más lo vean y oigan, tanto menos necesario lo considerarán los demás.

Si ya ha afirmado su posición dentro de un grupo determinado, un alejamiento temporal hará que hablen más de usted, e incluso que lo admiren. Deberá aprender cuándo alejarse. Recuerde que la escasez de un recurso incrementa su valor

En una aldea vivía un hombre de nombre Daiakku, que tenía fama de ser justo en sus transacciones y de poseer la habilidad para mediar en disputas y allanarlas.


Mediador


De hecho, lo hacía tan bien que, muy pronto, comenzaron a pedirle que interviniera en todos los conflictos legales de la zona. Así, su poder fue aumentando. En toda la región, la ley había caído en descrédito: como los jueces eran corruptos, nadie confiaba ya sus casos a los tribunales y en cambio recurrían a la violencia. Cuando se corrió la voz sobre la sabiduría, la incorruptibilidad y la inamovible imparcialidad de Daiakku, los habitantes de las aldeas se dirigieron a él para que dirimiera todo tipo de casos. Pronto se convirtió en el único arbitrador de justicia del país.

En la cumbre de su poder, sin embargo, Daiakku decidió de repente que estaba cansado de cumplir ese papel. Ya no quería ocupar el sitial de juez, ni escuchar más denuncias, ni dirimir más disputas entre hermanos y hermanos, aldeas y aldeas. Quejándose de que dedicaba tanto tiempo a los problemas ajenos que había descuidado sus propios asuntos, se retiró. El país, una vez más, cayó en el caos. Con la repentina desaparición de un árbitro tan poderoso como Daiakku, la delincuencia aumentó y el desprecio por la ley se profundizó. Los medos celebraron reuniones en todas las aldeas para decidir cómo salir de tan dificil situación. "No podemos seguir viviendo en semejantes condiciones —dijo uno—. Designemos a un líder de entre todos nosotros, a fin de poder vivir bajo un gobierno organizado, en lugar de perder nuestros hogares y nuestros bienes en el presente caos."

Y así fue como, a pesar de todo lo que los medos habían sufrido bajo el despotismo asirio, decidieron establecer una monarquía y designar un rey. Y, por supuesto, el hombre al que deseaban como gobernante era el justo Daiakku. Resultó dificil convencerlo, dado que no quería tener nada que ver con las luchas intestinas de las aldeas, pero los medos le rogaron y suplicaron y alegaron que sin él el país había caído en un estado de anarquía. Finalmente, Daiakku accedió.


Rey Medo

Pero también impuso sus condiciones. Se le erigiría un enorme palacio, se le asignaría una custodia personal y se construiría una ciudad capital desde la cual pudiera gobernar el país. Cumplieron con todo lo solicitado, y Daiakku se instaló en su palacio, situado en el centro de la capital y rodeado por altas murallas, por completo inaccesible para el común de la gente. Daiakku fijó las normas según las cuales gobernaría. Nadie podría ser conducido a su presencia. La comunicación con el rey sería posible sólo por intermedio de mensajeros. Nadie de la corte real podría verlo más que uña vez por semana, y sólo con permiso previo.


Palacio real


Daiakku gobernó durante cincuenta y tres años, extendió el imperio medo y estableció las bases de lo que más tarde, bajo el reinado de su tataranieto Ciro, sería el imperio persa. Durante su reinado, el respeto de la gente por Daiakku fue convirtiéndose poco a poco en una especie de adoración: no lo consideraban un simple mortal, sino el hijo de un dios.

Daiakku era un hombre muy ambicioso. Había decidido, desde el primer momento, que el país necesitaba un gobierno fuerte y que él era el más indicado para ejercerlo.

En un país desgarrado por la anarquía, el hombre más poderoso es el juez y árbitro. De modo que Daiakku comenzó su carrera ganándose la reputación de ser insobornablemente justo. Cuando se encontraba en el apogeo de su poder como juez, Daiakku comprendió la validez de la ley de la ausencia y la presencia: al servir a tanta gente, se había convertido en alguien demasiado evidente, demasiado disponible para todos, y había ido perdiendo el respeto del que gozaba en otros tiempos. La gente daba por sentado que él estaba allí para brindarles sus servicios. La única forma de recuperar la veneración y el poder que ambicionaba era retirarse por completo y dejar que los medos sufrieran en carne propia lo que significaba la vida sin su conducción. Tal como lo esperaba, acudieron a suplicarle que los gobernara.

Utilice su ausencia para crear respeto y estima. Si la presencia reduce la fama, la ausencia la aumenta. Un hombre que, al permanecer ausente, es considerado un león, se convierte, cuando presente, en alguien común y ridículo. Los talentos pierden su lustre si nos familiarizamos demasiado con ellos, dado que es más fácil ver la corteza externa de la mente que su rico interior. Incluso los genios más destacados hacen uso del retiro, de modo que la nostalgia generada por su ausencia los vuelva más estimados. Baltasar Gracián


El Arte de la Guerra y la Estrategia


Estrategias desde la antigüedad hasta el presente explicadas de forma sencilla.

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Este libro sobre el arte de la guerra y la estrategia le va a ser muy útil porque trata sobre la lucha y el conflicto. Puesto que a lo largo de nuestra existencia
todos entramos en pugna con otras personas, es bueno conocer la estrategia para resolverlos. La estrategia preferible de hacerlo es la negociación, pero no siempre funciona.

Si elige participar en un conflicto, lo mejor es ganar cuanto antes con el mínimo daño propio y a ser posible, del adversario.
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