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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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Las 48 leyes del poder. Ley 27 JUEGUE CON LA NECESIDAD DE LA GENTE DE TENER FE EN ALGO, PARA CONSEGUIR SEGUIDORES INCONDICIONALES

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La gente tiene una necesidad irrefrenable de creer en algo. Conviértase en el centro focalizador de esa necesidad, ofreciéndoles una causa o una nueva convicción a la que adherir. Formúlela en términos vagos pero pletóricos de promesas.

Enfatice el entusiasmo por sobre el pensamiento claro y racional. Dé a sus nuevos discípulos rituales que realizar y exíjales sacrificios. Ante la ausencia de una religión organizada y grandes causas en las que puedan creer, su nuevo sistema de convicciones le conferirá un poder inaudito.


Las 48 leyes del poder. Ley 27 JUEGUE CON LA NECESIDAD DE LA GENTE DE TENER FE EN ALGO, PARA CONSEGUIR SEGUIDORES INCONDICIONALES


En 1653, un milanés de veintisiete años llamado Francesco Giuseppe Borri afirmó que había tenido una visión. Recorría la ciudad diciendo a todos que se le había aparecido el arcángel Miguel, para anunciarle que Borri había sido elegido como Capitán General del ejército del nuevo Papa, un ejército que ocuparía y revitalizaría la Tierra. Además, el arcángel había revelado que ahora Borri tenía el poder de ver el interior del alma de la gente y que pronto descubriría la piedra filosofal, una sustancia buscada desde tiempos inmemoriales, capaz de transformar los metales básicos en oro. Los amigos y conocidos que oyeron a Borri explicar su visión, y que fueron testigos de los cambios operados en él, quedaron impresionados, ya que, hasta aquel momento, Borri había dedicado su vida al vino, las mujeres y los juegos de azar. De pronto había dejado todo eso para sumergirse en el estudio de la alquimia y hablar sólo de lo místico y lo oculto.

Esta transformación fue tan repentina y milagrosa, y sus palabras estaban tan pletóricas de entusiasmo, que Barri comenzó a generar un grupo de seguidores. Por desgracia, también la Inquisición italiana comenzó a reparar en él -enjuiciaban a toda persona que mostrará interés por el ocultismo-, de modo que abandonó Italia y comenzó a recorrer Europa, desde Austria hasta Holanda, diciendo a quien quisiera escucharlo que "a quienes me sigan les será dada toda la alegría". Dondequiera que Borri estuviese, atraía seguidores. Su método era muy simple: hablaba de su visión, que iba tornándose más elaborada en cada nuevo relato, y se ofrecía para "mirar hacia el interior" del alma de cualquiera que creyese en él (que eran muchos). Aparentemente en trance, fijaba la mirada durante algunos minutos en los ojos del nuevo seguidor, y luego afirmaba haberle visto el alma, su grado de iluminación y su potencial de grandeza espiritual. Si lo que él veía era prometedor y positivo, esa persona era integrada a su grupo cada vez más numeroso, lo cual constituía todo un honor.

El culto constaba de siete grados o niveles, a los cuales los discípulos eran asignados de acuerdo con lo que Borri había visto en sus almas. Mediante el trabajo personal y una devoción total al culto podían graduarse y pasar a un nivel superior. Borri -a quien llamaban "Su Excelencia" y "Doctor Universal"- les exigía estrictos votos de pobreza. Todos los bienes y toda la fortuna que poseyeran debían serle entregados. Pero a nadie le importaba ceder sus propiedades, dado que Borri les había dicho: "Pronto concluiré con éxito mis estudios químicos y descubriré la piedra filosofal, que nos permitirá obtener todo el oro que queramos". Con su creciente fortuna, Borri comenzó a cambiar su estilo de vida. Alquilaba la vivienda más espléndida de la ciudad en la cual se encontrara temporariamente, y la amoblaba con lujo y la decoraba con obras de arte que había comenzado a coleccionar. Recorría la ciudad en un carruaje decorado con piedras preciosas, tirado por seis magníficos caballos negros. Nunca permanecía mucho tiempo en un mismo lugar, y cuando desaparecía, con la excusa de que debía buscar más almas para su rebaño, su fama no hacía sino crecer durante su ausencia. Se hizo famoso, a pesar de que nunca había hecho nada concreto.


Las 48 leyes del poder. Ley 27 JUEGUE CON LA NECESIDAD DE LA GENTE DE TENER FE EN ALGO, PARA CONSEGUIR SEGUIDORES INCONDICIONALES


De toda Europa llegaban hasta él los ciegos, los tullidos y los desesperados, porque se había corrido la voz de que poseía poderes curativos. Borri no cobraba por sus servicios, lo cual lo hacía parecer aún más maravilloso, y había quienes afirmaban que en tal o cual ciudad había llevado a cabo curaciones milagrosas. Con sólo hacer una ligera alusión a sus logros, Borri incentivaba la imaginación de la gente, que magnificaba sus hazañas hasta conferirles proporciones fantásticas. Su riqueza, por ejemplo, provenía de las enormes sumas que cobraba a su creciente grupo de discípulos acaudalados; sin embargo, se suponía que había logrado en verdad perfeccionar su piedra filosofal. La Iglesia aún lo perseguía, acusándolo de herejía y brujería, pero la respuesta de Borri a esos cargos se limitó a un arrogante silencio. Esto no hizo sino aumentar su reputación y apasionar aún más a sus seguidores. Después de todo, sólo los grandes son perseguidos. ¿Cuántos habían comprendido a Jesucristo en su tiempo? No hacía falta que Borri dijera palabra alguna: sus seguidores comenzaron a llamar al Papa "el Anticristo".

Y así, el poder de Borri fue creciendo y creciendo, hasta que un día abandonó la ciudad de Amsterdam (donde se había instalado desde hacía un tiempo) llevando consigo enormes sumas de dinero prestado y diamantes cuya custodia le habían confiado. (Borri afirmaba que podía hacer desaparecer las fallas de los diamantes, gracias al poder de su dotada mente.) Estuvo prófugo durante un tiempo, hasta que la Inquisición logró dar con él. Borri pasó los últimos veinte años de su vida en una prisión romana. Pero la fe de la gente en sus poderes ocultos era tan grande, que hasta el día de su muerte lo visitaron acaudalados feligreses, entre los que se contaba la reina Cristina de Suecia. Proveyéndolo de dinero y materiales, esos visitantes le permitieron proseguir su búsqueda de la evasiva piedra filosofal.

Al parecer, antes de formar su culto Borri se topó con un descubrimiento crucial. Cansado de su vida libertina, decidió abandonarla y dedicarse al ocultismo, algo que en verdad le interesaba. Sin embargo, debió de haber comprobado que, cuando aludía a una experiencia mística (en lugar de al agotamiento físico) como causa y fuente de su conversión, las personas de todos los niveles sociales ansiaban oír más al respecto. Al comprender el poder que obtendría si atribuía ese cambio a algo externo y misterioso, siguió adelante con sus visiones fraguadas. Cuanto más grandiosa era la visión que afirmaba haber tenido, y mayores los sacrificios que exigía a sus seguidores, tanto más atractiva y creíble parecía tornarse su historia.

Recuerde: A la gente no le interesa la verdadera causa de un cambio.

No quieren saber que es fruto de un arduo trabajo o de algo tan banal como el agotamiento, la depresión o el aburrimiento. Se mueren por creer en algo romántico, algo del otro mundo. Quieren oír hablar de ángeles y experiencias extracorpóreas. Deles el gusto. Dé a entender que su cambio personal se debe a una razón mística, y envuélvala en colores etéreos: de inmediato generará un gran grupo de seguidores. Adáptese a las necesidades de la gente: el mesías debe reflejar los deseos de sus seguidores. Y siempre apunte alto. Cuanto más grande y audaz sea la ilusión, tanto mejor.

El charlatán logra su gran poder con sólo abrir al prójimo la posibilidad de creer en lo que siempre han deseado... Los crédulos no pueden mantener su distancia; se apiñan en tomo del hacedor de milagros, ingresan en el ámbito de su aura personal y se rinden a la ilusión con pesada solemnidad, como ganado. Grete de Francesco

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