Puede ser infiel, deshonesto y amoral, pero eso no hace sino aumentar su atractivo. A diferencia del hombre decente normal, el libertino es deliciosamente desenfrenado, esclavo de su amor por las mujeres. Está además él señuelo de su reputación: tantas mujeres han sucumbido a su seducción que debe haber un motivo. Las palabras son la debilidad de una mujer, y él es un maestro del lenguaje seductor. Despierta el ansia reprimida de una mujer adaptando a ti la combinación de peligro y placer del libertino.
Lord Byron. Libertino y poeta
La radicalidad del libertino va aparejada con la sensación de peligro y tabú, e incluso el aura de crueldad que lo rodea. Éste fue el atractivo de un libertino y poeta, uno de los mayores seductores de la historia: Lord Byron.
Byron aborrecía todas las convenciones, y lo demostraba sobrada y gustosamente. Cuando tuvo una aventura con su hermanastra, quien le dio un hijo, se aseguró de que toda Inglaterra lo supiera. Podía ser en extremo cruel, como lo fue con su esposa. Pero todo esto no hacía sino volverlo mucho más deseable y seductor. Peligro y tabú apelan a un lado reprimido en las mujeres, las que supuestamente deben representar una fuerza cultural civilizadora y moralizante. Así como un hombre puede caer víctima de la sirena por su deseo de liberarse de su masculino sentido de responsabilidad, una mujer puede sucumbir al libertino por su anhelo de liberarse de las restricciones de la virtud y la decencia. Es frecuente, en efecto, que la mujer más virtuosa sea la que se enamore en mayor grado del disoluto. Entre las cualidades más seductoras del libertino está su habilidad para lograr que las mujeres deseen reformarlo. ¡Cuántas no creyeron que domarían a Lord Byron! ¡Cuántas no pensaron ser aquella con la que Picasso pasaría finalmente el resto de su vida!
Libertino Valmont. De la novela y película Las amistades peligrosas
Explota esta tendencia al máximo. Cuando te sorprendan en flagrante libertinaje, echa mano de tu debilidad: tu deseo de cambiar, y tu imposibilidad de conseguirlo. Con tantas mujeres a tus pies, ¿qué puedes hacer? La víctima eres tú. Necesitas ayuda. Ninguna mujer dejará pasar esta oportunidad; son singularmente indulgentes con el libertino, por su prestancia y simpatía. El deseo de reformarlo esconde la verdadera naturaleza de su deseo, la secreta emoción que obtienen de él. Cuando Bill Clinton fue pillado en pleno libertinaje, las mujeres salieron de inmediato en su defensa, y hallaron toda excusa posible en su favor. El hecho de que, a su extraña manera, el libertino esté consagrado a las mujeres lo vuelve adorable y seductor para ellas. Por último, uno de los bienes más preciados del libertino es su fama. Nunca restes importancia a tu mala reputación, ni parezcas disculparte por ella. Al contrario: acéptala, auméntala. Ella es la que te atrae mujeres. Son varias las cosas por las que debes ser conocido: tu irresistible encanto para las mujeres; tu incontrolable devoción al placer (lo que te hará parecer débil, pero también una compañía excitante); tu desdén por lo convencional; una vena rebelde que hace que parezcas peligroso. Este último elemento puede ocultarse un poco; en la superficie sé atento y cortés, pero no dejes de hacer saber que tras bastidores eres incorregible. El duque de Richelieu divulgaba sus conquistas tanto como podía, con lo que estimulaba el deseo competitivo de otras mujeres de sumarse al club de las seducidas. Lord Byron seducía a sus víctimas propicias gracias a su mala fama. Una mujer puede ser ambivalente ante la fama de Clinton, pero bajo esa ambivalencia hay un interés profundo. No dejes tu reputación al azar, o al rumor; es tu obra maestra, y debes producirla, pulirla y exhibirla con la atención de un artista.
Bill Clinton. Seductor libertino
Para actuar como libertino, el requisito más obvio es la capacidad de soltarte, de atraer a una mujer al periodo puramente sexual en que pasado y futuro pierden sentido. Debes poder abandonarte al momento. Cuando el libertino Valmont -basado en el duque de Richelieu-, en la novela epistolar de Laclos del Siglo XVIII, Las amistades peligrosas, escribe cartas evidentemente calculadas para tener cierto efecto en su víctima selecta, Madame de Tourvel, ella adivina a todas luces sus intenciones de seducción; pero cuando esas cartas le hacen arder de pasión, empieza a ceder. Un beneficio adicional de esta cualidad es que te hace parecer incapaz de controlarte, muestra de debilidad que agrada a una mujer. Al abandonarte a la seducida, le haces creer que sólo existes para ella, sensación que refleja una verdad, por temporal que sea. La mayoría de las centenas de mujeres que Pablo Picasso, consumado libertino, sedujo al paso de los años tuvieron la sensación de ser las únicas que él en verdad amaba.
Al libertino jamás le preocupa que una mujer se le resista, ni, en realidad, ningún otro obstáculo en su camino: un marido, una barrera física. La resistencia no hace otra cosa que espolear su deseo, incitarlo aún más. Cuando Picasso seducía a Françoise Gilot, le rogó que se resistiera; necesitaba resistencia para incrementar la emoción.
Fuente: EL ARTE DE LA SEDUCCION, Robert Greene |