Como emplean los sacerdotes el lenguaje corporal
En la celebración litúrgica, sólo se hace completa y expresiva cuando el gesto y la acción se unen a la palabra. Todo el cuerpo se convierte en lenguaje: los ojos que miran, las posturas del cuerpo, el canto, el movimiento, las manos...
Las manos hablan
Las manos son como una prolongación de lo más íntimo del ser humano. Representan una admirable fusión del cuerpo y del espíritu. A veces unidos a la palabra, y otras veces sin ella, los gestos de una mano pueden expresar, con su lenguaje corporal e intuitivo, una idea, un sentimiento, una intención. Y lo hacen con elocuencia.
En nuestra vida social todos llegamos a entender la "gramática" de unas manos que se tienden para pedir, que amenazan, que mandan parar el tráfico, que saludan, que se alzan con el puño cerrado, que hacen con los dedos la V de la victoria, que cogen en silencio la mano de la persona amada, que se tienden abiertas al amigo, que ofrecen un regalo, que dibujan en el aire una despedida...
El gesto de una mano no sólo subraya o indica una disposición interior, no solo es "instrumento" para que otros conozcan mi intención o mi sentimiento. El gesto - la mano misma - de alguna manera "realiza" ese sentimiento y esa voluntad íntima. Es algo integrante de mi expresividad total, con o sin palabras.
También en la oración o en la celebración litúrgica, el lenguaje de unas manos que se elevan al cielo o se tienden al hermano es el discurso más expresivo que en un momento determinado podemos pronunciar.
Como emplean los sacerdotes el lenguaje corporal
1/ La mano poderosa y amiga de Dios
Cuando la Biblia quiere simbolizar el poder creador de Dios o sus hazañas salvadoras, muchas veces recurre a la metáfora de sus manos.
Es la imagen magistral que Miguel Ángel nos dejó en la Capilla Sixtina con la escena de la creación de Adán: el brazo y el dedo de Dios extendido en un gesto creador.
Es el símbolo del poder y de la acción. Pero también de la amistad, es la mano de Dios es el que salva, el que da, el que ejerce su poder, el que siempre está cerca para tender su mano.
2/ Las manos del orante
También en la dirección contraria-desde nosotros hacia Dios-los brazos y las manos pueden expresar muy bien la actitud interior y convertirse en símbolos de la oración.
a) Los brazos abiertos y elevados han sido desde siempre una de las posturas más típicas del hombre orante. Son el símbolo de un espíritu vuelto hacia arriba, de todo un ser que tiende a Dios.
Unos brazos elevados, unas manos que tienden a lo alto, son todo un discurso, aunque digan pocas palabras. Pueden ser un grito de angustia y petición, o una expresión de alabanza y gratitud.
El orar en esta postura tiene un tono expresivo no sólo de petición por sí mismo, sino de intercesión por los demás.
b) Las palmas de las manos hacia arriba: ésta es la postura que se suele encontrar en muchas imágenes antiguas del orante. Manos abiertas, que piden, que reconocen su propia pobreza, que esperan, que muestran su receptividad ante el don de Dios.
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