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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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Ligar con un hombre es tan fácil que carece de valor

El Arte de la Seducción > Cómo seducir a un hombre

En el año 1978, casi cien estudiantes de 22 años de la Universidad de Hawai, hombres y mujeres a partes iguales, fueron abordados por un desconocido de su misma edad mientras caminaban sin compañía por el campus. En el caso de los chicos, se trataba de una mujer, y al contrario en el caso de las chicas: dicho compañero, con el que no habían hablado previamente, les proponía la posibilidad de, en primer lugar, concertar una cita; más tarde, ir a su apartamento, y en un último grado, tener sexo con ellos esa misma noche.

No era el resultado de la locura primaveral ni de una ola de amor libre. Los compañeros no eran más que encuestadores seleccionados por el área de psicología de la Universidad con el objeto de descubrir cómo reaccionaban hombres y mujeres a las mismas propuestas. Y así se llegó a la conclusión que mientras unos y otros aceptaban la cita a partes iguales (alrededor de un 50%), un 75% de los hombres aceptaban la propuesta sexual sin dudarlo… Mientras que un 0% absoluto de las chicas consentían con ella.


Ligar con un hombre es tan fácil que carece de valor

Ellas son las que eligen

Se trata de uno de los experimentos más famosos realizados por la célebre psicóloga Elaine Hatfield, y el punto de partida de gran parte de los estudios que han contemplado las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a sus hábitos sexuales. Dejando aparte otras consideraciones obvias (como que "los hombres sienten un riesgo menor que las mujeres al aceptar una invitación sexual"), el estudio concluía que, efectivamente, los varones se encuentran más inclinados que las mujeres hacia el sexo casual.

Esta noción parece explicar aquella idea generalizada entre el género masculino de que, como se dice popularmente, "es más fácil ligar para una mujer que para un hombre". Un axioma que, en términos lógicos, parte de una idea equivocada, ya que por cada mujer que liga, tiene que haber un necesariamente un hombre que también lo haga, siempre y cuando hablemos de relaciones heterosexuales. Y sin embargo, todos coincidimos en que parece ser que el sexo femenino es el que termina eligiendo.

El intercambio sexual no es equitativo

El psicólogo Roy F. Baumeister, de la Universidad de Florida, y la profesora de marketing Kathleen D. Voss, de la de British Columbia, han intentado explicar dicho fenómeno desde el punto de vista del mercado, siguiendo las teorías del premio Nobel Gary Becker, que aplicó las reglas de la economía al comportamiento humano. Según el estudio, las mujeres son las vendedoras y los hombres, compradores. Si no es al revés es porque, precisamente, la inclinación del hombre a aceptar cualquier oferta devalúa el producto: "los sistemas culturales tienden a dotar la sexualidad femenina de valor, mientras que la masculina es tratada por la sociedad como relativamente carente del mismo. Como resultado, el encuentro sexual en sí mismo no es un intercambio equitativo, sino más bien una situación en la que el hombre obtiene algo de valor de la mujer". D. Symons, autor de The evolution of human sexuality, ya había señalado que la inversión biológica de un hombre en su paternidad es casi cero, mientras que el de la mujer es sustancial, lo que lleva a estas últimas a elegir mucho mejor.

Un síntoma de dicha división se refleja en un estudio realizado por Peter K. Jonason y Terri D. Fisher llamado The power of prestige. Why young men report having more sex partners than young women, en el que concluían que los jóvenes tienden a alardear más de sus conquistas que las chicas, ya que "lo consideran una actividad prestigiosa, puesto que se refiere a un recurso limitado: la sexualidad femenina. Las mujeres no comparten esa visión, debido a los altos y constantes niveles de disponibilidad sexual de los hombres".


Ligar con un hombre es tan fácil que carece de valor

Malinterpretando intenciones

Además, Catherine M. Grello, de la Universidad de Tennessee, descubrió una relación directa entre la frecuencia del sexo casual y la depresión en las mujeres, pero no así en los hombres. Según su investigación No Strings Attached: The Nature of Casual Sex in College Students, la promiscuidad sigue generando un sentimiento de culpa entre el sexo femenino. Es más, un amplio de porcentaje de mujeres aclararon que no todas sus relaciones esporádicas habían terminado en la cama, mientras que ninguno de los hombres vio necesario aclarar tal punto, probablemente porque la duda favorecía su imagen.

Otra idea relacionada con la anterior se encuentra bastante generalizada entre los círculos masculinos: si ya de por sí es difícil atraer a una mujer, ¿por qué en ocasiones las que parecen interesadas al principio terminan rechazando al hombre? La razón es que hay muchos factores que llevan a alguien a flirtear con otra persona, y raramente son compartidos completamente por ambos dos sexos. Según establecen investigaciones como la realizada por la pionera A. Abbey en el Journal of Personality and Social Psychology, en el año 1982, las mujeres suelen responder al mismo tiempo a varios factores, mientras que el hombre suele utilizar la motivación sexual como la única y principal.


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Ligar como divertimento es útil

David D. Henningsen propone una taxonomía de seis motivaciones distintas: la meramente sexual, la relacional, la diversión, la exploradora (que busca sondear el potencial de una relación romántica), la que sirve para la autoestima y, por último, la instrumental, que busca que otra persona haga algo por ti. El hombre suele conducirse por la motivación sexual, por lo que considera que la mujer también. Y sin embargo, éstas suelen favorecer el carácter divertido y relacional de dicho acto comunicativo: de ahí las comunes divergencias entre lo que los hombres piensan que las mujeres quieren y lo que éstas desean en realidad.

Otra razón sugerida por Henningsen es que "desde una perspectiva evolucionista, las mujeres necesitan desarrollar un repertorio mayor de estrategias diferentes para captar la atención de buenos objetivos relacionales, por lo que pueden necesitar cierta práctica. Ligar como divertimento puede ser útil para ellas a la hora de distinguir qué estrategias pueden ser más o menos favorables".

La última de las funciones del flirteo es la meramente instrumental: debido a que mostrar signos de interés por el otro nos hace deseables, resulta natural que utilicemos dichas estrategias para recabar interés por parte de nuestro entorno, sin que muchas veces seamos consciente de ello. Pero conlleva una contrapartida negativa; la noción de que muchas mujeres utilizan dichas estrategias para crecer profesional o socialmente, un estereotipo extendido e incluso favorecido por autoras como Jenna Goudreau y su polémico artículo Flirting Your Way to the Corner Office, publicado en la revista Forbes, o Nicole Williams, autora de Girl on Top: Your Guide to Turning Dating Rules into Career Success.

Amenazados por nuestros estereotipos

Esta asintonía entre los signos que uno y otro sexo se envían ha provocado lo que Claude M. Steele llama "la amenaza del estereotipo", por el cual los miembros de un grupo socialmente menospreciado adopta un perfil más bajo, menos llamativo, ocasionado por el miedo de confirmar el estereotipo negativo. O, dicho de otra forma, la posibilidad de comportarse según los demás han considerado que las mujeres se comportan, provoca que se intenten eliminar todos los gestos relacionados con tal concepción.

En Flirting with Threat, Social identity and the perils of the female communality prescription, Avi Ben-Zeev y sus colaboradores señalan que "bajo este tipo de situación, las mujeres experimentan la bifurcación de la identidad: para mantener su perfil como profesionales, las mujeres repudian características femeninas ligadas negativamente con su estereotipo. Por lo tanto, es posible que las mujeres bajo amenaza repriman el flirteo instrumental y se protejan de sus dolorosas ramificaciones". Se trataría del caso contrario al anterior: en lugar de utilizar la coquetería como herramienta para conseguir distintos objetivos, se intentaría restringir cualquier actitud de este tipo para evitar que los demás puedan interpretarla como una forma de medrar.

Es el círculo sin fin de las tensiones entre lo que los demás quieren que seamos, lo que pretendemos ser y lo que no queremos representar para los demás; entre el estereotipo y la especificidad de cada cual. Conocer los procesos mentales que nos llevan a comportarnos (y con ello, representarnos) de una forma u otra puede ayudarnos a comprender aquellas decisiones que en un pasado parecían arbitrarias, caprichosas e inexplicables. Un pequeño mapa para no perdernos en el complicado mundo de la comunicación entre hombre y mujer.

Fuente:
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/03/18/ligar-con-un-hombre-es-tan-facil-que-carece-de-valor-94473/#



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