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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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Qin Shi Huang, el primer emperador

Estrategias de Oriente > China

Los mundialmente famosos "guerreros de Xi an" son el afortunado testimonio de una de las épocas más convulsas y relevantes de la historia de China, los años en que unos reinos divididos y masacrados por las guerras feudales dejaron paso al primer imperio unificado, germen del nacimiento del mayor país del mundo y de su monumento más memorable, la Gran Muralla. El artífice fue un gobernante con una visión política poco común, Qin Shi Huang, el primer emperador de China.


Qin Shi Huang, el primer emperador

"Una palabra vale más que mil piezas de oro." Este aforismo chino era algo más que una metáfora hacia el año 247 a. de C. En la plaza del mercado de Xianyang, capital del Reino de Qin, en el noroeste del país, se exponía, entre puestos de comida y de todo tipo de mercaderías, un enorme libro que compilaba el conocimiento filosófico, político, histórico y científico de la época, los Anales del maestro Lu. Sobre este colgaba un millar de doradas monedas que Lu Buwei, el canciller del rey, ofrecía a cualquiera que se creyera capaz de añadir una sola palabra a tan magna obra. Evidentemente, no hubo ninguna sugerencia.

Esta lección tan directa sobre el pueblo de Qin simboliza a la perfección el inicio de una etapa que iba a convertir a un pequeño reino en el centro de China en un adelantado a su tiempo y en la cabeza del esfuerzo unificador de un gran Estado que poco tiene que ver con el gigante que hoy se asienta sobre nueve millones de kilómetros cuadrados y cuenta con 1.100 millones de habitantes (la sexta parte de la población mundial). En aquellos años en que, en el Mediterráneo, Cartago expandía su poder marítimo y empezaba a ser una amenaza para la Roma republicana, en el corazón de Asia varios Estados guerreros se castigaban mutuamente con continuos enfrentamientos que los dejaban exhaustos, tanto en términos humanos como materiales. Una dinámica de aniquilamiento por la cual un país era capaz de destruir las presas de los ríos cuando estaban llenas con el único fin de inundar al vecino. La superación de esta etapa fue posible gracias a la acción unificadora del supremo señor de Qin, Qin Shi Huang, el primer emperador de China. Curiosamente, Qin era uno de los reinos más marginales, en términos geopolíticos, de los siete que dominan esta época. Los otros seis eran: Han, Zhao, Yan, Wei, Chu y Qi. Todos ellos juntos corresponden a lo que hoy es la China de los grandes ríos, la más fértil, que se extiende desde el mar de la China, por el este, hasta el paralelo 105, y que por el noroeste era defendida por la Gran Muralla.


Qin Shi Huang, el primer emperador

Una familia complicada

La historia de este gran unificador, Qin Shi Huang (259?-210 a. de C.), comienza como la de un rey adolescente de 13 años, bajo la regencia de su madre, con un entorno no demasiado favorable a sus designios: el país estaba controlado por el canciller Lu Buwei, que quizás era su padre natural, mientras que la reina madre, viuda pero todavía joven, se había echado en brazos de un nuevo amante, Lao Ai, que, al calor de su relación, había alcanzado ya el título de marqués de Changxin y amenazaba con conseguir más poder. Sin embargo, Shi Huang, tras ser coronado en el 238 a. de C., a los 22 años, demostró una determinación y una energía que en poco tiempo lo llevaron a tomar el mando y deshacerse de sus enemigos: Lao intentó una revuelta nada más producirse la entronización de Shi Huang. Este la aplastó sin piedad e incluso ejecutó a los dos hijos que su madre había tenido con él, que hubieran podido ser rivales. A ella la confinó en un alejado palacio. Por último, se deshizo de Lu Buwei, que había sido una fuerza importante en la conversión de Qin en un Estado gobernado por algo más que la fuerza de las armas, pero que le resultaba incómodo por su enorme ascendiente en el país y por los rumores que lo señalaban como su auténtico padre, que posiblemente no fueran ciertos pero eran alentados por sus enemigos. Lu Buwei se habría suicidado ingiriendo veneno.

Tras esta limpieza interna, el consolidado rey de Qin se vio en condiciones de acometer la tarea de expandir su territorio. Su estrategia era ir ganando espacio para los suyos hacia las llanuras centrales del este, pero su misión pronto se revelaría como mucho más amplia. Inició una política de pequeños ataques contra sus vecinos, de sobornos para captar agentes dobles, así como de fichaje de personajes destacados de los otros reinos para formar parte de los mandos de su Ejército y de su administración. En el año 236 a. de C., solo dos años después de su coronación, iniciaba una guerra a gran escala contra los otros seis reinos. En ella iba a demostrar una determinación sin fisuras y también su condición de líder guerrero sin piedad.

La gran guerra de la unificación duró nada menos que doce años. Como si de un castillo de naipes se tratara, fueron cayendo todos los rivales. Uno de los episodios más notables fue el asedio de Daliang, la capital de Wei, en el 225 a. de C. La ciudad fue rendida tras una monumental operación de ingeniería bélica que consistió en cambiar el curso del río Amarillo para que la inundase, lo que ocurrió al hundirse su muralla en solo tres meses. La mayor oposición la encontró en uno de los territorios más extensos, Chu, donde infravaloró la resistencia y sus 200.000 soldados fueron derrotados. Esto lo obligó a reunir un nuevo ejército de más de medio millón de hombres con el que dominó una inmensa región, lo que propició la unificación. Así, en el 221 a. de C. se había convertido en el gobernante de un territorio enorme. Su única amenaza a partir de entonces sería el pueblo huno, que habitaba al norte de la estepa de Mongolia. Para detenerlo se utilizó la Gran Muralla. Esta había sido construida parcialmente por los diversos Estados y fue ampliada por el triunfante emperador.

La creación de un estado autocrático

Si las brillantes acciones bélicas convirtieron a Qin Shi Huang en señor de grandes extensiones, algo inaudito en una sociedad que había estado tan dividida, el emperador también supo hacer de sus dominios una unidad política. Para ello desarrolló todo un programa de gobierno que sorprende por su carácter sistemático y sofisticado, al comprender tanto aspectos económicos como culturales: instituyó una moneda única; estandarizó la lengua china, que ofrecía diferencias de un Estado a otro; dictó medidas para facilitar las comunicaciones y el envío de correos, entre ellas la construcción de "carreteras sin obstáculos", e incluso unificó los pesos y medidas.

¿Cómo gobernar un reino inmenso, fruto de diversas y recientes anexiones? El emperador centralizó todo el poder político y militar del Estado y se dotó a sí mismo de un simbolismo superior para garantizar un mayor respeto a su autoridad, todo lo cual no deja de recordar el absolutismo que siglos después se iba a implantar en Europa. Qin Shi Huang abandonó su condición de rey, figura común también a los otros Estados, para dar un paso más al autodesignarse primer emperador e instituir un cargo llamado a perdurar durante 2.000 años. El emperador dictó reglas muy concretas destinadas a enaltecer su figura y su poder, en las que incluso codificaba la fórmula con que se referiría a sí mismo, "Nuestra Real Persona", y ordenaba cómo debía escribirse su nombre en documentos oficiales: cualquier mención al emperador tenía que hacerse al inicio de una nueva línea y escribirse en caracteres de tamaño superior al resto. Por debajo de él, en cambio, el soberano chino se mostró extremadamente flexible y estableció una estructura que consagraba una división de poderes con tres ministros que se ocupaban de diferentes áreas: el chengxiang ("primer ministro"), encargado del gobierno civil; el taiwei ("comisario"), responsable del Ejército, y el yushi ("censor"), que supervisaba la actuación de los funcionarios de todos los rangos. El Estado fue dividido en 36 prefecturas, cada una con su gobernador. Para mostrar de manera simbólica que el poder del emperador llegaba a todas ellas, Qin Shi Huang se dedicó a construir multitud de palacios que testimoniaran su poder. En cada país conquistado levantó un palacio igual al que tenía en Xianyang, la capital de Qin, que seguiría siéndolo del Imperio unificado.

Aunque el poder autocrático le permitió superar los atrasos del sistema de taifas feudales de la China preimperial, Qin Shi Huang no pudo evitar caer en excesos de poder que marcarían muy negativamente su reinado. Además de las múltiples ejecuciones arbitrariamente ordenadas, quizás el suceso más recordado es la gran quema de libros del año 213 a. de C. Una polémica entre un sabio de la Corte, Chunyun Yue, y el primer ministro, Li Si, sobre la desmesura en la adulación al monarca fue aprovechada por el segundo para clamar contra el criticismo de los sabios, a los que consideraba "apegados a lo viejo". El emperador ordenó destruir todos los anales históricos de todos los antiguos Estados, excepto los de Qin, que se convertirían en doctrina oficial. A la quema de los libros, que sentó el precedente de la Revolución Cultural de Mao, siguió la condena de los propios estudiosos, 1.100 de los cuales fueron ejecutados.


Qin Shi Huang, el primer emperador. Guerreros de Xian

Trabajos forzados

Tras haber acometido todos estos cambios, Qin Shi Huang dedicó mucho tiempo a viajar por su Imperio, con el objetivo de afirmar personalmente su autoridad en todos los territorios. En uno de sus viajes a la población de Langya, que era su preferida, habría contraído una enfermedad que acabaría con su vida a los 49 años. Su muerte fue mantenida en secreto hasta que su cuerpo fue devuelto a Xianyang, donde un complot palaciego iba a apartar a su hijo mayor, Fusu, del trono, al cual accedió el más joven, Huhai, el segundo emperador.

Sin embargo, la dinastía Qin iba a durar muy poco, apenas quince años más, porque la tiranía de Shi Huang había alcanzado límites insoportables. Se calcula que dos millones de personas ¿un diez por ciento de la población, que en aquella época era de solo veinte millones¿ realizaban trabajos forzados en la Gran Muralla, construyendo el mausoleo del emperador y los palacios, o destinadas en el Ejército. La revuelta acabó con los Qin. Aunque los fundamentos de un gran país unificado se mantendrían como un logro milenario

XI AN, el ejército que no luchó en 2.000 años

Poco imaginaban los campesinos que excavaban un pozo en la región de Xian en 1974 lo que escondía ese terreno aparentemente salvaje. Todo un ejército. De terracota, eso sí. 8.000 figuras de tamaño natural (entre 1,80 y 2 metros) que representan a un ejército en perfecta formación con caballos (de 2 metros de largo por 1,7 de altura) y 100 carros de madera. Situados a 1,50 kilómetros del montículo artificial que se levantó para acoger la tumba del primer emperador, los mundialmente conocidos Guerreros de Xian (una parte de los cuales ha podido verse en el Forum 2004 de Barcelona hasta el mes pasado) fueron fruto de la última voluntad de Qin Shi Huang: formaban parte de su mausoleo, aunque no se sabe con exactitud lo que pretendían representar. Se barajan varias hipótesis: un homenaje a los muchos soldados que perdieron su vida durante la guerra de la unificación, un ejército que lo acompañara en su tránsito al otro mundo o un recordatorio de su poder para las futuras generaciones chinas.

Sea como sea, este tesoro arqueológico, uno de los principales descubrimientos del siglo XX, ofrece una información fundamental para conocer el ejército de Qin, del que en crónicas de la época se dice que estaba formado por ¿un millón de soldados armados con un millar de carros y 10.000 caballos. Por ejemplo, la lectura de los signos escritos en las hojas de algunas de las armas encontradas demuestra que existían unas manufacturas imperiales supervisadas por un directorio gubernamental, encargado de dirigir la fabricación de los utensilios para la guerra. También ha llamado la atención a los estudiosos la gran cantidad de carros encontrados y su posición predominante en la formación militar, lo que ha llevado a considerar que tenían un importante papel en la táctica guerrera del ejército de Qin.

Al mismo tiempo, los Guerreros de Xian son también un magistral ejemplo de la calidad alcanzada por la escultura china de la época. Cada figura fue realizada individualmente sin moldes y la viveza de su aspecto remite al momento previo a la batalla. En cuanto a la milicia, los generales, oficiales y soldados rasos están representados de forma diferenciada, por las actitudes y por los uniformes. En el caso de los caballos, llaman la atención sus narices dilatadas, ojos muy abiertos y orejas levantadas, que señalan un momento de tensión. Todas las figuras estaban pintadas en colores muy vivos (rojo, verde, azul, amarillo...), elaborados con pigmentos minerales, que desgraciadamente se han perdido por los incendios que tropas rebeldes provocaron en el mausoleo y por la permanencia bajo tierra. Quizás uno de los detalles más llamativos es que las expresiones de los soldados son tan distintas que es posible reconocer de qué zona de China provenían muchos de ellos.


Qin Shi Huang, el primer emperador. Película Hero

Hero, un héroe contra el unificador

La película china Hero (2003), en la estela de la exitosa Tigre y Dragón, traslada a las pantallas con gran vigor y belleza una de las leyendas más conocidas sobre la agitada vida del primer emperador: el intento de acabar con su vida por parte de un guerrero enviado por el reino enemigo de Yan, uno de los que Shi Huang amenazaba con su expansión territorial. Dirigido por el prestigioso Zhang Yimou, este film, que hoy puede encontrarse en DVD, toma su nombre de la canción de despedida con la que el espadachín deja Yan para dirigirse a una misión imposible: "El viento se lamenta, frío el río Yi, un héroe parte para nunca volver". Este personaje, según la bibliografía china, existió y se llamó Jing Ke. Su plan de matar al emperador con una daga escondida en un mapa enrollado falló y, en castigo, Ke fue descuartizado. La película fue un gran éxito en China, porque remite al momento fundacional del país y acierta en la representación fílmica de la imagen de poder inmenso con la que se asocia a Qin Shi Huang. Otro film anterior sobre el mismo tema es El emperador y el asesino (1999), de Chen Kaige.

Fuente: http://www.cliorevista.com

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