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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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Los españoles y las Cruzadas (1)

Estrategias de Occidente > Genios de la Estrategia

Los españoles que batallaron en Tierra Santa

El rodaje de una superproducción sobre las Cruzadas en el castillo de Loarre (Huesca) devuelve a la actualidad la gesta religiosa que movilizó a la sociedad europea de la Edad Media. En estas épicas expediciones encabezadas por los señores feudales francos abundaron también guerreros venidos de los reinos cristianos de la Península Ibérica.

De forma oficial, nunca participaron en las Cruzadas los habitantes de los reinos cristianos peninsulares. Las razones que justifican esta ausencia son diversas, aunque todas ellas guardan una estrecha relación con la situación política ibérica entre los siglos XI y XIII, etapa en que tuvieron lugar las ocho cruzadas principales.


Reconquista española a finales del Siglo XIII

España se hallaba dividida en numerosos reinos cristianos y musulmanes que protagonizaban un continuo enfrentamiento por el control del territorio. En este contexto, la prioridad de los reyes cristianos de la península era la defensa y consolidación de sus propias fronteras frente al fuerte avance musulmán. Esa era la auténtica cruzada para los españoles de la época.

Claro que los habitantes de la península no olvidaron la batalla que la cristiandad libraba en Palestina. Fueron incontables los legados de privilegios, tierras y bienes que los cristianos de Hispania concedieron a las órdenes militares -templarios y hospitalarios- para sostener el combate en los Santos Lugares. Incluso hubo un importante número de españoles que pasaron a engrosar las filas de estas populares milicias cristianas, aunque en muchos casos permanecieron en las múltiples propiedades que estas poseían en la península. Estas órdenes, creadas para la defensa de los peregrinos en Tierra Santa, tuvieron una gran influencia en los reinos cristianos ibéricos, tanto por la envergadura de sus haciendas como por su idiosincrasia y organización.


Órdenes militatres de Alcántara, Calatrava, Santiago y Montesa

Órdenes militares, las nuevas milicias
A partir del siglo XII surgieron en la península -especialmente en la zona castellano-leonesa- nuevas órdenes militares a imitación de las establecidas en Palestina, destinadas a la defensa de las fronteras cristianas frente a los musulmanes. De las múltiples que aparecieron, cinco alcanzaron una notable relevancia, sobre todo gracias al apoyo de los monarcas hispánicos, que las favorecieron con donaciones, privilegios y exenciones. Ese fue el caso de las órdenes de Alcántara (1156), Calatrava (1158), Santiago (1161), Avís en Portugal (1162) y Montesa (1317), que se iba a convertir en beneficiaria de los bienes de los templarios en la Corona de Aragón, después de la desaparición de estos.

El Papado también favoreció los intereses de estas nuevas milicias cristianas. Ya desde el siglo XI la Santa Sede había mostrado su preocupación por el entusiasmo de los habitantes de los reinos hispánicos en participar en la primera cruzada, descuidando la defensa de sus propias fronteras. Por esta razón los papas les recordaban la necesidad de anteponer la protección de sus reinos a la defensa de Tierra Santa. Con tal fin, empezaron a conceder indulgencias plenarias, semejantes a las ofrecidas a los cruzados, para los que participaran en la batalla contra el Islam en territorio peninsular. Fue el inicio de la mítica bula de la Santa Cruzada, que tanta importancia iba a llegar a tener en nuestro país.

Por lo tanto, si la defensa de las fronteras cristianas en territorio hispánico era tan importante, ¿es lícito afirmar que fue prioritaria para todos los habitantes de la península? ¿Algunos residentes de los reinos cristianos peninsulares llegaron a participar en las cruzadas de Tierra Santa?


Monumento al rey Don Jaime I el Conquistador en Valencia, detalle. Obra de Agapito Vallmitjana (1890)

Jaume I, la cruzada que hizo aguas
No es muy conocida la relación del Conquistador con las cruzadas, aunque este célebre monarca intentó en dos ocasiones organizar una expedición para la conquista de los Santos Lugares. Sin embargo, no consiguió el éxito esperado. La primera tentativa tuvo lugar en el año 1269, ya en la etapa final de su reinado, y fue, con diferencia, la más desafortunada. En ese año, Jaume I decidió emprender una cruzada, cediendo a las presiones de dos hijos bastardos sin dote -Ferran Sánchez y Pere Fernández- y del papado, receloso de las ambiguas relaciones de este monarca con las naciones islámicas. Partió de Barcelona al mando de una poderosa flota, pero la suerte no acompañó la expedición. Una tormenta deshizo sus naves cuando se hallaban a la altura de Menorca y debieron desembarcar en el puerto de Aigüesmortes (Languedoc, Francia). Solo once navíos -entre ellos, los comandados por sus hijos naturales- llegaron a San Juan de Acre, donde se unieron a los cruzados. A pesar del fracaso, cinco años más tarde, en 1274, intentó organizar una nueva cruzada, pero su llamamiento en el Concilio de Lyon no fructificó.

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Fuente:
Revista Clío

Bibliografía
- Fernández de Navarrete, M., Los españoles en las cruzadas, Polifemo, 1986.
- González, C., La tercera crónica de Alfonso X: "La Gran Conquista de Ultramar", Tamesis, 1992.
- Maalouf, A., Las Cruzadas vistas por los árabes, Alianza, 2003.
- Mayer, H.E., Historia de las Cruzadas, Istmo, 2001.
- Oldenbourg, Z., Las Cruzadas, Edhasa, 2003.

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