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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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Maquiavelo. El engaño en el Arte de la Guerra

Estrategias de Occidente > Genios de la Estrategia > Maquiavelo

Maquiavelo nos explica cómo el uso de engaños en el arte de la guerra merece elogio.

Aunque el engaño sea en todo lo demás reprensible, en la guerra es cosa laudable y digna de elogio, y lo mismo se alaba a quien, por medio de él, vence al enemigo, como a quien lo rechaza por fuerza.

Maquiavelo dice: bien se ve esto en las apreciaciones hechas por los que han escrito la vida de los grandes hombres, cuando elogian a Aníbal y a otros generales que fueron notabilísimos en el empleo de este recurso. Siendo tantos y tan frecuentes los ejemplos, no citaré ninguno, y sólo diré que no considero glorioso el engaño cuando consiste en romper la fe a los tratados, porque esto, aunque haya producido alguna vez la conquista de estados y reinos, jamás, como he dicho en otra ocasión, reportará gloria.


Aníbal atravesando los Alpes con su ejército

Refiérome al engaño o ardid empleado contra el enemigo que se fía de ti y que constituye propiamente
el arte de la guerra; como fue el empleado por Aníbal cuando fingió huir junto al lago de Trasimeno para encerrar al cónsul y al ejército romano, y cuando, para escapar de las manos de Fabio Máximo puso fuego en los cuernos de sus bueyes. Semejante a estos engaños fue el que empleó el general samnita Poncio para encerrar al ejército romano en los desfiladeros de las Horcas Caudinas. Ocultó su ejército detrás de los montes y envió a la llanura muchos soldados vestidos de pastores, con bastante ganado, del cual se apoderaron los romanos, preguntando a aquéllos dónde estaba el ejército samnita. Todos respondieron, conforme a las órdenes de Poncio que en el asedio de Nocera. Creyénronles los cónsules y entraron en el desfiladero de Caudium, donde les atacaron los samnitas.


Los romanos son obligados a pasar bajo el yugo de las lanzas enemigas, derrotados frente a los samnitas

Esta victoria, conseguida por medio de un ardid fuera gloriosísima para Poncio si hubiese seguido el consejo de su padre, quien quería que todos los prisioneros romanos fueran muertos o puestos en libertad; pero adoptó un término medio, que no da amigos ni quita enemigos, término pernicioso siempre en los asuntos de estado, como anteriormente probamos.

Fuente:
Discursos sobre la primera década de Tito Livio, III, XL

Cómo escapa Aníbal de Fabio Máximo
Extraído de las Estratagemas, Frontino - descargar libro gratis -



Aníbal en una ocasión estaba complicado por dificultades del terreno, por la carencia de provisiones, y por la circunstancia de que Fabio Máximo le pisaba los talones. En consecuencia ató bultos de haces de leña encendidos a los cuernos de bueyes, y largó a los animales sueltos por la noche. Cuando las llamas se extendieron, abanicadas por el movimiento, los bueyes, presas del pánico, corrieron como locos aquí y allí sobre las montañas a las cuales habían sido conducidos, iluminando la escena entera. Los romanos, que se habían juntado para presenciar la vista, pensaron al principio que había ocurrido un prodigio. Entonces, cuando los exploradores relataron los hechos, Fabio, temiendo una emboscada, mantuvo a sus hombres en el campamento. Mientras tanto los bárbaros se marcharon, ya que nadie lo evitó.


Toro embolado

Nota: Año 217 a. de C. Apiano, La Guerra de Aníbal, 14-15: "En las inmediaciones de un paso estrecho del que Aníbal no tenía conocimiento previo, Fabio envió por delante cuatro mil hombres y lo ocupó, y él acampó en el lado opuesto con el resto de las tropas sobre una colina bien defendida. Aníbal, al darse cuenta de que había sido copado en medio de Fabio y de los que defendían el paso, tuvo más miedo que nunca. Ya que, en efecto, no tenía escapatoria, pues todo el lugar era escarpado e intransitable y no tenía la esperanza de poder forzar a Fabio o a los del desfiladero a causa de la solidez de su posición. En esta situación desesperada, degolló a los prisioneros de guerra en número de cinco mil, a fin de que en un momento de peligro no le crearan nuevos problemas y colocó antorchas en la cornamenta de cuantos bueyes había en el campamento, que eran muchos. Al llegar la noche, Prendió fuego a las antorchas, al tiempo que apagaba todos los demás fuegos del campamento, y ordenó mantener el silencio más absoluto. Mandó a los jóvenes más osados que arreasen con rapidez a los bueyes hacia la zona rocosa que había entre Fabio y el desfiladero. Éstos bueyes, aguijoneados por sus conductores y abrasados por el fuego, empezaron a trepar por las escarpas sin vacilación y con furia, caían abajo y de nuevo intentaban la escalada.

Los romanos de uno y otro lado, cuando observaron el silencio y la oscuridad en el campamento de Aníbal y, en cambio, luces múltiples y variadas en las montañas, no podían comprender con exactitud lo ocurrido, puesto que era de noche. Fabio imaginó que se trataba de una
estratagema de Aníbal, pero como no podía estar seguro, retuvo quieto a su ejército, receloso de la noche. En cambio, los que ocupaban el desfiladero sospecharon lo que precisamente Aníbal deseaba: que él intentaba escapar en un momento de desesperación, forzando el paso a través de los repliegues rocosos, y se lanzaron a la carrera descendiendo hacia el lugar donde vieron las luces, en la idea de que iban a coger a Aníbal en dificultades. Y éste, al verlos descender desde el paso, corrió hacia allí con sus hombres más rápidos sin luz y en silencio para pasar inadvertido. Cuando lo hubo ocupado y consolidó su posición, dio la señal con la trompeta, y el ejército le respondió en el campamento con un grito y encendieron fuego de repente. Justo entonces, los romanos se dieron cuenta del engaño, y el restante ejército de Aníbal y los que conducían los bueyes corrieron hacia el paso sin temor. Una vez que los hubo reunido, prosiguió su avance. Así, en aquella ocasión, Aníbal consiguió salvarse y salvar a su ejército contra toda esperanza, y apresurándose hacia Geronia, una ciudad de Yapigia, que tenía trigo abundante, la tomó y pasó el invierno sin temor, en medio de la abundancia".

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