Mente. Nos vemos mejor de lo que somos
La psicóloga de la Universidad de Iowa (EEUU), Jodie Plumert, hizo que un grupo de adultos y uno de niños de entre 6 y 8 años de edad estimaran su capacidad para hacer tareas físicas como coger un objeto de una estantería alta o andar entre pivotes sin tirarlos. Los resultados demostraron que los más pequeños tienen una distorsión mucho mayor de su capacidad real, pero que también los adultos sobreestiman su posibilidades.
Lo que le faltaba a esta teoría del optimismo inteligente para su consolidación era la demostración de que realmente esa ligera distorsión positiva servía para algo, y eso ha llegado. Hace menos de dos años, el psicólogo de la Universidad de Pennsylvania, Martin Seligman, publicó un estudio en el que demostró que los pesimistas mueren antes que los optimistas. Una diferencia de 10 puntos en una escala que iba desde “normal” hasta “pesimista” significaba un riesgo de muerte un 19% mayor.
La psicóloga estadounidense Shelley Taylor, autora de la teoría del optimismo inteligente, explica que estas personas no ignoran la realidad, sino que la transforman. Según Taylor: “Las ilusiones son una forma de interpretar la realidad desde la mejor perspectiva posible”.
Mente. Nos vemos mejor de lo que somos
“La gente corriente parece que prefiere verse como contenta, afirmar que su vida merece la pena y que tiene un buen futuro por delante”, afirman también Avia y Vázquez. Precisamente Avia dirigió un estudio entre los alumnos de Psicología de la Complutense cuyos resultados también confirman esa tesis. Se les pidió a los alumnos que valoraran su experiencia sexual en relación con la de los demás. “Los que no habían tenido aún relaciones sexuales completas”, asegura Jesús Sanz, “opinaban que su experiencia era igual o mayor que la de sus compañeros. Dado que eran estudiantes con una experiencia muy escasa, es sorprendente su respuesta”.
La explicación que los expertos dan a este fenómeno es el modo en que utilizamos la memoria. Carlos Castillo del Pino lo ha definido perfectamente: “Olvidar es una forma, económicamente necesaria, de disolver aquella parte de nosotros que, por diversas razones, no toleramos”, asegura el psiquiatra en su libro Pretérito Imperfecto. Avia y Vázquez lo explican en Optimismo inteligente: “La memoria es siempre interesada y, en condiciones anímicas normales, casi siempre juega a nuestro favor”. Estudios realizados por estos psicólogos demuestran que los que tienen un estado de ánimo alegre recuerdan más información positiva que negativa. Cuando se les plantea a grupos de personas que memoricen ciertas palabras, se descubre que los “normales” recuerdan entre un 10 y un 15% más de palabras positivas que negativas, y los deprimidos, un 15% más de negativas.
También en lo que tiene que ver con la imagen física nos vemos con cristales rosa. “Lo que hacemos”, explica Jesús Sanz, “es colocarnos como referencia. No pensamos que somos bajos, sino que ese otro es algo más alto que nosotros, y aquel más bajo”. Aunque los expertos han advertido que también se producen alteraciones negativas. Un 33,9% de las personas que consultan a un especialista en Medicina Estética sufre una alteración en la percepción de su imagen; en este caso, negativa. “Son los insatisfechos”, define el cirujano plástico Javier de Benito, “los peores pacientes para cirugía plástica, porque nunca van a estar satisfechos. Esta alteración negativa en la percepción les va a acompañar siempre, y por mucha cirugía que se hagan van a seguir viéndose mal siempre”.
Manuela Pásaro, revista Quo
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