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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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El Arte de la Guerra. Asedio de Castelnuovo

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El Asedio de Castelnuovo (actual Herceg Novi, en Montenegro) de julio de 1539 por parte de Jeireddín Barbarroja culminó con la reconquista otomana de la plaza, tomada por el tercio viejo de Nápoles el año anterior durante la campaña de la Santa Liga contra el Imperio otomano y abandonada después a su suerte por quienes debían socorrerla. Casi la totalidad de los defensores, que se negaron a rendirse a pesar de estar en franca minoría, perecieron en el asedio.

Contexto
Tras el fallido asedio turco de Viena en 1529 y la invasión de Austria por parte de los otomanos en 1532, los protestantes decidieron aparcar por un momento sus diferencias con Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y hacer la guerra contra el enemigo común en Centroeuropa, al que se consiguió expulsar hacia sus bases en Hungría. La amenaza turca quedó así conjurada en tierra, pero en el Mediterráneo la gran flota turco-argelina de Jeireddín Barbarroja seguía representando un gran peligro para las naves y puertos cristianos. En 1535 la flota hispano-genovesa de Álvaro de Bazán y Andrea Doria consiguió reconquistar Túnez al propio Barbarroja, poniendo en entredicho el poder otomano. Tres años después el Emperador, la República de Venecia, el Papa Pablo III y el Archiduque Fernando de Austria formaron la Santa Liga con el fin de atacar a los otomanos en ese momento clave, destruir la flota turco-berberisca e incluso capturar Constantinopla. Andrea Doria fue nombrado responsable de la flota aliada y Ferrante Gonzaga, virrey de Sicilia, de las operaciones terrestres en los Balcanes. Sin embargo, los sueños de destruir a los otomanos comenzaron a alejarse muy pronto al reunirse sólo 130 naves (aproximadamente las mismas que los turcos tenían entonces en el Mediterráneo) y no las 200 acordadas. Paralelamente, se extendió la discordia entre los jefes de la Santa Liga; los italianos, que aportaban más naves (aunque muchos menos hombres) recelaban de los españoles que componían la mayor parte de la tropa y ocupaban los mandos superiores, Francia amenazaba de nuevo con reanudar la guerra con el Imperio y las propias Cortes de Castilla se negaron a apoyar una empresa que se veía lejana y poco lucrativa.

Estas discordias tuvieron tal efecto que cuando Barbarroja fue cercado en el Golfo de Artá por los cristianos, éste pudo escapar de una destrucción que parecía garantizada sin sufrir daño alguno, perdiéndose una oportunidad única. Aún así los tercios españoles, apoyados por refuerzos venecianos, decidieron pasar a la acción entablando batalla en tierra y capturaron con éxito la estratégica fortaleza de Castelnuovo, en la abrupta costa dálmata. Fernando de Austria incluso se permitió entonces negarse a seguir pagando tributo al sultán de Constantinopla, como se había visto obligado a hacer tras el asedio de Viena. No obstante, en lugar de contribuir a la unidad de la Liga, esta victoria no hizo sino despedazarla aún más.

Los venecianos reclamaron de inmediato la cesión de la fortaleza, situada entre sus enclaves de Ragusa y Cattaro e imprescindible para garantizar su dominio sobre el Adriático, pero por razones que aún no se explican los historiadores, Carlos V se negó a ceder la posición. A resultas de ello los venecianos rompieron su alianza con éste, precipitando la disolución de la liga y retirando sus naves a las que siguieron las del Papa. Castelnuovo quedó entonces defendida por apenas 3.000[1] hombres del tercio de Nápoles bajo el mando de Andrés de Sarmiento y con la única ayuda de las 49 naves de Doria para abastecerla y defenderla de las 200 que podían reunir los musulmanes. Esta brutal diferencia, unida a las nuevas presiones francesas, llevaron a Doria a no arriesgarse y retirar todos sus barcos de la zona. Los defensores quedaron entonces aislados de forma completa, ante la pasividad de los venecianos y sus propios superiores en Italia.

El asedio
En julio de 1539 Barbarroja dispuso los preparativos para asediar la fortaleza tanto en tierra como en el mar. La flota turco-berberisca que bloqueó el acceso desde el mar estaba al mando del propio Barbarroja y se componía de 130 galeras y 70 galeotas auxiliares tripuladas por 20.000 marinos veteranos. Mientras tanto, un ejército de 30.000 hombres dirigidos por el Ulema de Bosnia se desplegó en tierra. A pesar de su gran superioridad, y de que los defensores no disponían de alimentos frescos, los primeros asaltos fueron un fracaso para los musulmanes. Los turcos decidieron entonces ofrecer una rendición honrosa a los sitiados, pero Sarmiento se negó a aceptarla y les contestó que «viniesen cuando quisiesen».

Consecuencias
La valentía demostrada por el Tercio de Sarmiento causó amplia admiración en toda Europa y fue protagonista de canciones y poemas en su época, aunque con el paso de los años fuese cayendo en el olvido. Por su parte, la destrucción de Castelnuovo y en general la fallida operación de la Santa Alianza de 1538 contribuyó a reforzar el poder naval otomano en un momento en el que se le podía haber puesto freno para siempre. En los años siguientes los turcos cosecharon amplias victorias como las de Argel (1541), Trípoli (1551), Bugía (1555), Chipre (1570) y La Goleta (1573), e incluso se aliaron con los franceses para atacar Niza en 1543. Los austriacos fueron obligados a pagar tributo de nuevo, y las naves turcas fueron una amenaza constante para los navíos españoles en el Mediterráneo hasta la Batalla de Lepanto de 1571.

Nota
Existe cierta discrepancia en torno al número de tropas que se encontraban en Castelnuovo en julio de 1539. Las cifras varían desde los 2.500 soldados defendidos por Francisco de Laiglesia a los 4.000 ó 4.500 que cita Manuel Fernández Álvarez. Modesto Lafuente, Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca y Catalá coinciden en la cifra de 3.000 hombres.

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